Tras años de investigación, duros cálculos y abstractas exploraciones (o viceversa) Cirilo Montesinos, Homero Devicent y Txulas Nochez con el apoyo del Marqués de Padilla descubrieron el escalón bajo el cual se escondía el tantas veces anhelado y tan pocas veces observado “aleph”.
Mientras seguían la pista de alguna infame biografía surgida de un suplemento sabático de algún periódico bonaerense y tras entrevistar a varios gauchos que jugaban con sus gabanes y cuchillos en oscuros arrabales, se encontraron frente aquel anaquel (valga la irrefutable redundancia) que sostenía un ejemplar de las mil y una noches del puño y letra de un tal J.L Borges.
Se durmieron casi antes de abrirlo y al despertar… apoyados suavemente sobre el lomo de un animal imaginario, allí estaba...
“el diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa era infinitas cosas, porque veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una baraja española, vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó...”
Devicent asegura que al mantener la mirada fija en el aleph se pierde la vista durante meses, la imaginación mengua a pocos canales de televisión y desaparecen gran parte de los amigos en tu facebook.
Poco a poco recuperaron su fantasía y la conexión con satélite, no obstante y pese a que el Marqués de Padilla quería añadirlo a sus posesiones, la metaorquesta ha decido donarlo a quien lo quiera.
Se encuentra oculto bajo el tercer escalón de la entrada de la Biblioteca Nacional de Berlín Cuando alguien lo encuentre agradeceríamos que nos lo comentase.